En 1772, cuatro años después del incidente de Arcueil, tras un encuentro en Marsella de Sade y su criado con cuatro prostitutas, dos de ellas sufrieron una indisposición e inmediatamente se pensó y se investigó sobre la posibilidad de un envenenamiento. Finalmente la indisposición no pasó de eso, una indisposición de varios días, lo que no impidió que Sade y su criado fuesen juzgados y condenados a la pena de muerte.
Sade, después del incidente de Arcueil se retiró con su mujer a La Coste. Mi opinión es que fue en ese periodo en La coste cuando Sade se formó como escritor. Sade en ese periodo escribió novela y teatro, viajó a Holanda para publicar sus novelas y formó una compañía de teatro que recorría la región con un repertorio que incluía alguna de sus obras.
El 23 de junio de 1772 Sade se desplaza a Marsella en compañía de su criado, al parecer para recoger fondos con los que asumir los gastos que le ocasiona la compañía de teatro. El 28 de junio solicita los servicios de cuatro prostitutas y pasan, él y su criado, el día en su compañía en la casa de una Madame. Aparentemente todo ha transcurrido como posiblemente trascurriera en otros presumibles lances de otras visitas de Sade a Marsella, pero a la mañana siguiente una de las muchachas y pasados unos días otra, las dos sufrieron una indisposición. Esto por sí solo no habría sido motivo de inquietud o recelo, habían comido y bebido y, en verano, en aquella época, estas indisposiciones serían relativamente frecuentes; pero a Sade le perseguía su leyenda: aquel que flagelara a una pobre mendiga para experimentar una pomada, ahora experimentaba los efectos de un veneno con unas prostitutas. Se abrió un proceso contra Sade y su criado, se sospechó de unos caramelos que ofreció a las muchachas, se analizaron y no se descubrió rastro de veneno; también, pasados los días las muchachas se repusieron de su indisposición; pero todo esto no impidió que el proceso continuara ni que los rumores se extendieran por todo Francia; el 25 de julio ya se escribía lo siguiente sobre el suceso[1]:
Desde Marsella escriben que el Sr. conde de Sade, que tanto dio que hablar en 1768 por las horrorosas locuras que había cometido con una muchacha bajo pretexto de experimentar medicamentos tópicos, acaba de proporcionar en esta ciudad un espectáculo muy agradable en un primer momento, pero tremendo por sus consecuencias. Ha dado un baile al que había invitado a mucha gente, y ha deslizado en el postre unas pastillas de chocolate, tan excelentes que mucha gente las devoró. Eran abundantes y nadie se quedó sin ellas; pero les había agregado moscas cantáridas. Conocemos la virtud de este medicamento: es tal, que todos los que habían comido comenzaron a arder en un fuego impúdico que los condujo a darse a todos los excesos a los que lleva el mayor furor amoroso. El baile degeneró en una de esas reuniones licenciosas que tanta reputación tenían entre los romanos; ni las mujeres más honestas pudieron resistir al furor uterino que las poseía. Fue así como M. de Sade gozó de su cuñada, con la que se fugó para escapar al suplicio que merece. Muchas personas han muerto a causa de los excesos a los que se entregaron en su horrible priapismo, y otras se encuentran aún muy fastidiadas.[2]
La cantárida o mosca de España era una droga común en aquella época que se utilizaba como apósito por sus efectos vesicantes, supuestamente beneficiosos en los casos de ulceraciones de la piel. También, ingerida, era usada como afrodisiaco por sus efectos en el aparato urinario: apriorismo en el caso del hombre y ardores, supuesto furor uterino, en el caso de la mujer. Desde un primer momento se pensó que los caramelos que ingirieron las muchachas contenían cantárida que en una dosis elevada produce trastornos gastrointestinales y, principalmente, trastornos en el aparato urinario, pudiendo llegar a producir la muerte. Examinados, no se encontró en ellos restos de cantárida ni se detectó cualquier otro veneno conocido en aquella época. Se concluyó que se trataba de granos de anís envueltos en azúcar caramelizada, esto es: bolas de anís.
No cabe, como mantienen sus modernos biógrafos, que la cantárida pasase desapercibida a los expertos que examinaron los caramelos ya que la cantárida era de uso común en aquella época, se sospechó su presencia desde el primer momento y es fácilmente detectable a simple vista (una vez desmenuzados los caramelos, se habrían detectado partículas iridiscentes verdosas típicas del polvo de cantárida). Pero más importante que las pruebas en contra (el examen de las muchachas también resultó negativo y sus síntomas no incluían el principal efecto de la cantárida: trastornos en el aparato urinario), es que no existe dato, que no sea esos primeros rumores, que permita sospechar que se consumiera cantárida o cualquier otra droga o veneno. No obstante, como ocurre con todos los sucesos de la biografía de Sade, lo que quedó y lo que queda es el primer rumor, el más morboso o el más escabroso.
Los hechos, también en este caso, coinciden con la versión de Sade:
—No, no, señora —contestó el marqués—; este respetable magistrado no siempre tiene cólicos, hay que disculparle si se ha tomado el ataque un poco a la tremenda; esa pequeña convulsión de las entrañas es una enfermedad habitual en Marsella o en Aix, y desde que hemos visto cómo una turba de bribones, colegas de este buen mozo, juzgaban como «envenenadas» a unas cuantas rameras que no tenían más que un cólico, no debemos extrañarnos de que un cólico sea un grave asunto para un magistrado provenzal[3].
El proceso contra Sade y su criado continuó adelante, en las pesquisas se tomó declaración a las cuatro muchachas que se vieron obligadas a pormenorizar lo que había ocurrido aquel día, en que forma y cómo habían practicado el sexo con sus clientes. Hoy se conserva el sumario con esas declaraciones, las declaraciones pormenorizadas de lo ocurrido entre cuatro prostitutas y sus dos clientes, declaraciones de aquellas que habrían podido verse incriminadas en el mismo proceso si se hubiese llegado a sospechar que habían practicado la sodomía, declaraciones que sirvieron al tribunal para condenar a Sade y a su criado a dos penas de muerte a cada uno: una por sodomía y otra por envenenamiento. En Aline y Valcour Sade nos da algunas pistas sobre tan peculiar proceso:
...Sé que cena en ocasiones con muchachas, nuestro querido conde... eso es, ya más de lo que hacía falta en este siglo para llevarlo derecho al cadalso. Solamente se trata de inventar, de suponer... sobornar a algunos querellantes, algunos espías, algunos alguaciles y ya tenemos a un hombre en el tormento. Desde hace treinta años hemos visto más de una de estas escenas. Casi preferiría ser acusado hoy de una conspiración contra el gobierno que de irregularidades con las putillas. Y en verdad esa manera de llevar las cosas es respetable... Honra a la patria. Si cuando se tienen ganas de perder a un hombre hubiese que esperar a que atentase contra el Estado, no se terminaría nunca. Mientras que hay muy pocos mortales que no cenen con prostitutas.
Por tanto, está muy bien que las trampas se hayan colocado en donde están. Esta especie de inquisición establecida sobre la conducta del ciudadano que se encierra con una muchacha. Esta obligación en que se coloca a estas criaturas de dar cuenta exacta del acto lujurioso de este hombre, es en verdad una de las más bellas instituciones francesas. Inmortaliza para siempre al ilustre arconte que la instauró en París. Es uno de esos entretenimientos agradables y, no obstante, prudentes, que no habría que dejar nunca que cayese en desuso. Todo lo que se hace para fomentar las delaciones de las sacerdotisas de Venus es poco. Es extremadamente útil al gobierno y a la sociedad, saber cómo un hombre se conduce en tales casos. Hay miles de inducciones, segurísimas todas ellas, que se pueden extraer sobre su carácter. El resultado de esto, lo concedo, es una colección de impurezas que puede ser excitante para el juez que las escucha. Espiar y recoger las acciones libertinas de Pedro para estimular la intemperancia de Juan no es hacer un servicio a las buenas costumbres, dicen los enemigos de este sistema. Se trata de una forma de encadenar al ciudadano, un recurso para sojuzgarlo, para perderlo cuando se desea y esto es lo esencial.
Y nuevamente habría que darle la razón, porque esas declaraciones carecen de valor. Las muchachas estaban coaccionadas, ya que si se hubiera demostrado la practica de la sodomía ellas mismas podrían haber sido condenadas a muerte, y ciertos pasajes son inverosímiles. No obstante, son estas declaraciones, en el mejor de los casos, las utilizadas por sus biógrafos para narrar los hechos.
Para mí, lo que pudiera ocurrir aquella tarde entre Sade, su criado y las cuatro muchachas es irrelevante. Dándole la razón a Sade, decir que de la conducta de un hombre en esos casos no puede deducirse nada sobre su carácter. Aun dando todo el valor a las declaraciones de las muchachas no puede deducirse de ellas ninguna conducta patológica en Sade como pretenden sus biógrafos. Lo mismo que podría presuponerse desviaciones sexuales, igualmente, y con mejores argumentos, podríamos presuponer imaginación, muy propia de un carácter creativo como el de Sade. En un momento del relato Sade habría pedido a una de las muchachas que lo azotara con un látigo terminado en cuchillas ensangrentadas, la muchacha se niega y, según ella, se hace azotar con una escoba. Dando por buena la declaración de la muchacha, ¿Por qué no pensar en una escenificación? ¿Es razonable pensar que Sade pretendiese dejase azotar con un látigo de cuchillas? Sade, que había ido a Marsella a realizar determinadas gestiones, si se hubiese hecho azotar con tal látigo se habría desollado la espalda, volvería a La Coste, a los brazos de Renée, con la espalda ensangrentada. No lo considero verosímil, porque tampoco existe un sólo dato que pueda avalar la tesis de que Sade fuese masoquista. Tomando por cierta la declaración, ¿no sería más razonable pensar que Sade imaginara todo tipo de juegos para estos encuentros?[4] Insisto, dando por buena la declaración, ¿no podemos pensar que lo que Sade buscase fuese presenciar la reacción de la muchacha ante tal solicitud? Siempre podremos interpretar los hechos narrados de mil formas diferentes. Pero con todo lo morboso de tales declaraciones hay un hecho que si considero importante: según estas declaraciones Sade pediría que le azotasen con tal látigo y ante la negativa de la muchacha desistió. Igualmente, desistiría de penetrarlas analmente ante sus negativas (esto segundo, declarar que no se practicó la sodomía era obligado, aunque se hubiese practicado ellas lo habrían negado, no olvidemos que la practica de la sodomía estaba castigada con la pena de muerte). De las declaraciones se desprende que Sade no obligó a las muchachas a hacer algo que ellas no quisieran, ni hubo quejas sobre el trato recibido. ¿Qué queda entonces del incidente? Nos queda únicamente el hecho de que Sade compartió mesa con unas prostitutas, algo de lo que no es necesario entrar en demasiados detalles. Descartado el intento de envenenamiento, que se practicara la penetración anal o no, que se golpeasen con una escoba o no, para mí carece de interés.
Sade no asistió al proceso. Advertido que se había abierto un proceso contra él por envenenamiento, quizá asustado por el escándalo originado y teniendo presente las consecuencias del caso de Arcueil, huyó con su criado a Italia quedando Renée encargada de su defensa. Desde ese momento y hasta su encierro de doce años en Vincennes y La Bastilla su vida sería una continua huída.
[1] “Mémoires secrets” de Bachaumont.
[2] En Paubert.
[3] En su cuento “El presidente burlado”. Incluido en “Fábulas y cuentos”.
[4] Al parecer, Sade intercambió los papeles con su criado. Esto es, Sade, ante las muchachas, se hizo pasar por el criado y su criado pasó por el señor. Todo obliga a pensar en un encuentro muy lúdico.